27.7.11

(...)

Estoy cansada y quiero un café, algo que me saque del frío.
Empiezo un cuaderno escribiendo este poema
y pienso
que ya no importa el tamaño de las cosas,
que las cosas sean.

El peligro de estar
continuamente
en la cuerda floja,
en el borde,
caminando finito por el cordón de la vereda.

Se derrumba una colina de hojas secas
y su perfume entra en todo el viento que las agita.

No pertenezco a este lugar,
ya lo sabía desde mucho antes,
desde antes del tiempo…

Me miro en la ventanilla de un bondi que pasa
y esa imagen no soy yo, es otra que desaparece instantáneamente.
Palabras inmersas en remolinos que se pierden
y huyen lejos de cualquier posibilidad de materializarse.
Rasgar las vestiduras de una superficie y encontrar más y más superficie,
Nada: no hay fondo que pueda calmar esta angustia
Ni las risas falsas –ni las que brotan espontáneamente –,

Ni las salidas a la noche, ni las actividades inútiles, ni la literatura.

El amor tampoco.

Menos ahora, que doblo la esquina y el cordón se derrumba
junto a estas manos,
que no pueden acariciar más que objetos

que desaparecen en el aire.






9.11.10

II. Las ratas

“It hurts to set you free, but you’ll never follow me…”
The end.

      Fue el peor sabor de todos, el desencanto. Salir de la pecera: el destierro. No lo sabía aun, pero iban a venir cosas peores. Ahora estaba encendiendo su primer cigarrillo y apoyando las all star gastadas y rotas y escritas en el marco de la ventana. Fue un acto heroico, en ese momento, sacar un casette de The Clsah… pero él prefirió manson. Pelotudo, pensó ella. Al día siguiente, la dejó por la más puta del curso. En vez de llorar (eso vino después), ella dijo que no importaba y que, después de todo, (por alguna ley de transitividad extraña) la otra iba a dejarlo por el más gil. Dicho y hecho, al mes intentó regresar porque “Chu-Pamela” le volteó la cara de un bife y él creyó –erróneamente- que era atinado invitar a su actual ex novia a ver Jurassic Park –o algún otro best-seller cinematográfico de los ’90. El orgullo teen y precoz pudo más que el enamoramiento melodramático y, en pocas palabras, lo mandó a cagar.

Ellos no lo sabían entonces, pero no se volverían a ver hasta el año 2000, cuando él la llamó por ese extraño apodo que no escuchaba desde los 14 y –quizá por la decadencia de la fiesta o el amanecer prematuro del verano – le causó, a ella, tanta ternura, que decidió quedarse charlando un rato más, en la costanera.

Tampoco lo sabían en ese momento, pero se encontrarían por casualidad diez años más tarde, en el tren, con casi las mismas caras de niños. Si diez años atrás era notoria la distancia entre ambos, ahora era un abismo, imposible. Él la invitó a comer al Burguer. “Soy vegetariana”, mintió, y se bajó en Victoria.

Pero volvamos al año 2000. Ahora, ella está en un recital mirando al guitarrista de una bandita que toca en Plaza Francia. El chico (demasiado pelirrojo, pensó al verlo de cerca), terminó de tocar y se acercó a pedirle un pucho. Fuman, se besan, él se va. Inmediatamente después del encuentro ella escribe:

Curiosamente uno sigue creyendo que tiene algo especial…
En mi caso, creo que fueron los peces…

Y recuerda,


Y es que una vez afuera de la pecera, el tiempo empieza a deformar…

2.11.10

sobre la cantidad de boludeces que puedo escribir en menos de cinco minutos (quizá un poco más) o sobre la serie paradigmática que viene a mi mente mientras escucho just o sobre las cosas locas que pasan un fin de semana y sus nefastas consecuencias


Mientras tanto escucho just y no hago nada más... ese rasgueito de Yorke me mata. sí, acabo de escribir algo trillado. me cago. Me cago en el uso de mayúsculas y en la redundancia de mis días de molestas torturas cotidianas (y me cago en la palabra cotidiano, es insoportable, esa palabra), como por ejemplo, que se me pinche la bici justo diez minutos después de garparle 80 mangos al forro de la bicicletería para que me la deje casi nueva, que mi único día libre tenga veinte mil hojas desastrosas para corregir, que un pendejo de 16 años se quiera suicidar en el medio de mi clase y que repentinamente me den ganas de matarme a mí también, querer comprar una empanada de atún porque en ese momento el único camino a la salvación (o a la felicidad momentánea, da igual) era saborear una deliciosa y bien contundente empanada de atún, y que la cara pajera y redonda del pibe de la pizzería me diga - con su mejor rostro fumón-: uhh, me quedan de jamón y queso o pollo, flaquita. je-. Andate a la concha de tu madre. Y me voy. Y eso que es lunes, pienso, a punto de llorar. 
Sábado. Caigo a un bar para ver la varieté y me encuentro con amigas que no veo seguido, conocidos que veo con menos  frecuencia aun, futuros conocidos, y desconocidos totales y condenados a serlo para siempre. Un maniquí que me mira fijo desde atrás de una cortina que hace las veces de telón me da un escalofrío  y, en ese preciso instante, (justo, ¡justo ahí! justo ahí que no pensaba más en nada, solamente en la fiesta y en que eran las 4 y estaba todo bien) recibir un mensaje descolocado y limante,  un mensaje que leo frente a un maniquí con la mitad de su cuerpo saliendo detrás de una tela vieja y rota, y yo que doy vuelta la cara hacia el mensaje y no sé, no sé que contestarle, no sé... algo así como: "guardate todo eso para vos solo. Y chau. Chau (pongámosle... Carlos, para crear una atmósfera más novelesca). Chau Carlos." Parálisis mental. Ganas de putear, pero para qué, ¿no? Feliz coincidencia, abro la puerta y ahí encuentro una especie de puente. Además, está amaneciendo y las cosas cuando amanece cobran otra significación, se vuelven un poco más oníricas. Vuelvo en un bondi con un repartidor de flores que canta Pappo & los rolling stones, y sé que ahora no lo encuentro pero algún sentido debe tener todo esto... la secuencia, el sol demasiado violento de las siete en primavera, la última cerveza, el colapso de sufrir continuamente nuevas decepciones. Y otra más que se encorva en la espina dorsal de mi ojo izquierdo. Las epifanías duran tan poco...Tengo una muela menos, un dolor insoportable y un desorden inabarcablemente sideral. Y un día más sin bici. Justo ahora, que se vienen los días lindos...

13.10.10

off.

salir
buscar una moneda después de un tropezón
analizar automáticamente si conviene más tren o bondi
elegir la bici
volver sobre mis pasos (y llego tarde, casi)
respirar. pedalear con dificultad, respirar.
llegar y hacer todo con excesiva redundancia.
salir de nuevo y vivir algo ajeno y al mismo tiempo no...
un deja vù en el momento menos esperado
(ganas de llorar por el dejà vu más que por la pomposa circunstancia de la que estoy siendo mitad parte, mitad no)
ausencia repentina
buscar a alguien buscar a alguien buscar a alguien ¡ahí! "Felicidades". "grsgrsias, querida".
hasta luego.
romper a llorar, pedal, llanto, pedal, llanto.
llegar y seguir llorando.
poner una milanesa y seguir llorando.
escuchar un tema y así, hasta que deje de doler.
hasta que deje de doler.
hasta que deje de doler.
hasta que deje.

21.6.10

I. Los peces.

Ella recordaba los peces…

El reflejo de las calandrias,
La casa del árbol, el turquesa del jardín …






Un álbum viejo y deforme


-porque el tiempo deforma-

El gusto a cloro de la pileta
una sensibilidad no hecha trizas,
las rodillas raspadas,
la inocencia inicial…
una ansiedad completa por estirar hasta el final el último vestigio de verano…


pero no.


Ella recordaba los perros estériles,
Inertes, casi inmunes al calor
un patio naranja y rojo
la rabiosa explosión de una ligustrina de felpa
la siesta soporífera de las glicinas,
ofreciéndose de a gajos como prostitutas
Ella sabía, también, que es el tiempo el único capaz de determinar
cuál de todas las eternidades
puede ser más efímera, y cuál resultar un ancla imborrable,
como por ejemplo,
el lento pasar de los discos rayados,
el chirrido oxidado de las bicicletas,
la risa del recreo,
la cicatriz en el párpado…
el jardín, tu cumpleaños,
mi pelo demasiado despeinado
el gusto ácido de torta y cocacolaoesprite…
la desaparición del jardín, de la coca, de las bicicletas, del chirrido de la hamaca… (¿o de qué? ¿qué era el chirrido?)


y de nuevo otra hélice en el espiral y recordar los peces…
“¡ah” me digo, “cierto, los peces”.
Eran dos. Frágiles, hermosos… dos esferas laminadas de azul profundo rodeadas de luces de neón…


Ahora me doy cuenta: nosotros éramos los peces. Me dijiste: “Son peces de agua tibia”, mirándome. Giraste luego tus ojos océano hasta quién sabe que inmensas profundidades y pensé:

ojos océano
peces de mar


yo, que me creía un ser insignificante. Y como vos también lo eras,
podíamos ser los peces,
y jugar a ser dos discos enormes y azules en una pecera


(rodeados de luces de neón, sí, pero en una pecera al fin)


Salir de ella significa esto;
La raspadura en la rodilla
La bofetada
El suicidio no voluntario
La parte más oscura de la calle


Y entonces sí,


Ella recuerda…
Pero no recuerda siempre.
Ella recuerda una pecera
En el centro.
Cruzando la mesita de luz hay una habitación entera, y ahí se termina el mundo.


Ella recuerda los peces.
No recuerda el océano.
Porque recordar el océano sería
contemplar el tiempo…
Y una vez afuera de la habitación,
El tiempo empieza a deformar.

20.6.10

Continuacíón

o: Manifiesto III
el patetismo de una vida
el patetismo de cualquier vida


es esto:
no alcanza un entierro completo
para resguardarse del frío


un entierro no es la muerte;
la muerte es un viejo desabriéndose con la boca torcida
mordiendo sólo con los dedos entumecidos la sábana,
las manos rotas
rojas
esporas






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ya no quiero esperar más












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mis años
enjaulados mis años
sonrojo
 una voz que
no vale nada
nada vale
NADA,
una estupidez cansina
de alguien estúpido para quien
"las cosas valen"
y siempre arma clichés y frases huecas
"vale la pena"
"vale oro"
"mas vale..."


¿quiénes valen?
¿qué vale?
¿una situación? ¿una persona? ¿una carrera universitaria?
¿los viajes? ¿las relaciones?


me río.
me río y por dentro me parto y desdoblo
y vuelvo a sentir
esas ganas
tétricas ganas
como un imán gigantesco, esas ganas...
tentadoras ganas
inmensas ganas
irresistibles, más que eso, más que nada, más que cualquier otra cosa en el mundo en este momento
me quiero ir.
me separo de mí
ya colgué las horas de un blanco
 ya colgué mis horas,
porque pertenecer


cuesta muy caro.




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Dejé atrás
más vicios
que la heroína








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Literalmente,
cuando el dolor se apaga
(siempre quise bailar butoh pero, letras... la puta, che)


decía, cuando el dolor se apaga
(no estoy hablando de la tragedia ni de la tristeza: sería más fácil)
¿cómo se llama?






(Pessoa diría:)






¿desasosiego?